El Tigre y el Ratón – Cuentos Infantiles

tigre de bengala

Érase una vez un tigre que vivía en la selva. Era el más fuerte y el más temido de todos los animales. Nadie se atrevía a desafiarlo ni a molestarlo.

El tigre se sentía orgulloso de su poder y de su belleza. Le gustaba pasear por la selva y admirar su pelaje rayado, sus colmillos afilados y sus garras poderosas.

Un día, mientras caminaba por un sendero, vio a un pequeño ratón gris que corría por el suelo. El tigre se acercó al roedor y le dijo:

– ¿Qué haces aquí, ratón? ¿No sabes que este es mi territorio y que yo soy el rey de la selva?

– Lo siento, señor tigre -dijo el ratón con voz temblorosa-. No quise molestarlo. Solo estaba buscando algo de comida.

el raton

– Pues deberías tener más cuidado -dijo el tigre con arrogancia-. Eres muy pequeño e insignificante. No tienes nada que hacer frente a mí. Yo podría devorarte con un solo bocado.

– No lo dudo, señor tigre -dijo el ratón con humildad-. Usted es muy grande y muy fuerte. Pero yo también tengo algo que usted no tiene.

– ¿Ah, sí? -dijo el tigre con curiosidad-. ¿Y qué es eso?

– Yo puedo roer -dijo el ratón con orgullo-. Puedo morder cualquier cosa con mis dientes afilados. Puedo hacer agujeros en la madera, en el metal, en la piedra y hasta en el hueso.

– ¡Bah! -dijo el tigre con desprecio-. Eso no es nada. Roer es para los roedores. Yo prefiero rasgar con mis garras y desgarrar con mis colmillos. Eso es lo que hace un verdadero rey.

– Bueno, cada uno tiene sus gustos -dijo el ratón con diplomacia-. Pero yo creo que roer es algo útil. Le invito a que lo pruebe, señor tigre.

– ¿Qué? ¿Estás loco? -dijo el tigre con incredulidad-. ¿Cómo voy a roer yo? No tengo dientes adecuados ni ganas de hacerlo.

tigre en la selva

– No se preocupe, señor tigre -dijo el ratón con confianza-. Yo le puedo enseñar. Solo tiene que seguir mis instrucciones.

– ¿Y qué ganas tú con eso? -dijo el tigre con sospecha-. ¿Qué quieres a cambio?

– Nada, señor tigre -dijo el ratón con sinceridad-. Solo quiero compartir mi habilidad de roer con usted. Tal vez así pueda ver la selva desde otra perspectiva y ser más feliz.

El tigre se quedó pensativo. Por un lado, le parecía una tontería intentar roer. Por otro lado, sentía curiosidad por saber cómo se sentiría. Además, le intrigaba la actitud del ratón, que no le tenía miedo ni le pedía nada. Así que decidió aceptar la propuesta del roedor.

– Está bien, ratón -dijo el tigre con resignación-. Te haré caso y probaré a roer. Pero no te hagas ilusiones. Seguro que no me gusta.

– Verá que sí, señor tigre -dijo el ratón con entusiasmo-. Solo tiene que confiar en mí y seguir mis pasos.

raton en la selva

Así comenzó la extraña amistad entre el tigre y el ratón. Cada día, el roedor le enseñaba al felino cómo morder diferentes objetos, cómo afilar sus dientes, cómo usar su lengua como lima y cómo aprovechar las grietas y las fisuras.

El tigre al principio se sentía torpe e incómodo, pero poco a poco fue cogiendo práctica y habilidad. Y lo más sorprendente es que empezó a divertirse y a disfrutar de la sensación de roer.

El tigre y el ratón se hicieron inseparables. Pasaban horas juntos, mordiendo, royendo y jugando por la selva. El tigre se olvidó de su soberbia y de su crueldad. Se volvió más amable y más generoso.

Empezó a respetar a los demás animales y a compartir su territorio con ellos. El ratón se alegró de ver el cambio en su amigo. Se sentía feliz de haberle enseñado a roer y de haberle hecho ver la belleza de la vida.

Y así termina este cuento, que nos enseña que nunca es tarde para aprender cosas nuevas, que la amistad puede nacer en los lugares más insospechados y que roer es un arte que se puede dominar.

FIN

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